Google

domingo, 29 de junio de 2008

FUJIMORI VOLVERA A VER MAÑANA A MONTESINOS DURANTE SU JUICIO: LEA AQUI UN INFORME ESPECIAL

Este es un inmejorable momento para recordar una relación que nació en la oscuridad y que pervirtió el sistema político del país durante la década de 1990. No le convencía. El nervioso candidato Fujimori necesitaba con urgencia un abogado cínico que resolviera en dos patadas un problema legal con unos inmuebles suyos, pero el doctor Montesinos no le convencía. El asesor de campaña, Francisco Loayza, acababa de presentarlos y --tras el apretón de manos de rigor-- notó perfectamente tanto la excitada impaciencia de Vladimiro por caerle bien a ese chinito que había logrado el milagro de ingresar a la segunda vuelta electoral, como la cruda desconfianza con que Fujimori escuchaba su discursito zalamero. Era una medianoche de abril del año 1990 en la casa del ingeniero. Loayza entonces no podía saberlo, pero acababa de unir --como si se tratara de dos imanes que estuvieran buscándose hacía tiempo-- el par de piezas vitales de un rompecabezas maléfico. Como dos extraños Diez años duraría la intensa, parasitaria, cercana y álgida relación entre Fujimori y Montesinos. Libros claves como "El rostro oscuro del poder en el Perú" (escrito por el propio Loayza luego de ser apartado del círculo íntimo del 'Chino'), "Vida y tiempo de un corruptor" (Luis Jochamowitz), o "El espía imperfecto" (Sally Bowen) dan cuenta de cómo ese vínculo --bajo el montaje de una asesoría, matizada con brochazos de falsa amistad-- fue cambiando con el tiempo. Según la cronología que Bowen facilita, la última vez que se les vio juntos al ex presidente y a su aliado habría sido el 21 de agosto del 2000, casi un mes antes de la difusión del video Kouri--Montesinos (14 de setiembre), evidencia que se trajo abajo, de un plumazo, un andamiaje que ya estaba agusanado . Aquella mañana de agosto, acompañados de las más altas autoridades militares, ambos convocaron una conferencia de prensa en Palacio de Gobierno para tratar de despistar a la opinión pública con un bocado disuasivo: el Gobierno acababa de desbaratar una banda de traficantes que entregó a los rebeldes de las FARC diez mil fusiles AKM provenientes de Jordania. Los biógrafos de la dictadura coinciden en señalar que a esas alturas ya no se notaba entre ambos la ecualizada sintonía de antaño. Montesinos había sido ganado por un deseo de protagonismo que, en lugar de aplacar las críticas que se cernían sobre su figura siniestra, las avivaba; y Fujimori atravesaba una crisis familiar, producto de los permanentes emplazamientos que su hija Keiko le hacía para que de una buena vez tomara distancia de su sospechoso asesor. Aunque no se descarta que haya habido un último careo entre los dos tras la emisión del video revelador, nadie ha podido documentarlo. Los rumores más reiterados hablan de varias llamadas telefónicas cargadas de insultos y amenazas, nada más. Si fue así, el ex presidente y el ex asesor llevarían prácticamente ocho años sin mirarse. La última vez traían encima ternos impecables, gemelos de oro en las mangas de las camisas, y llevaban tatuada en la cara la mueca impertérrita del poder más soberbio. Si mañana, como se espera, coinciden al fin en la sala de audiencias de la Diroes, Fujimori y Montesinos --más viejos, recluidos, maltrechos-- hasta podrían no reconocerse. Mellizos necesitadosAl parecer, la figura de los siameses es la que mejor ilustra el tipo de relación que mantuvieron. Jochamowitz recuerda que fue el propio Montesinos quien empleó la analogía en la hora más crítica del desenlace. "Si me pasa algo a mí, le pasa algo a él", habría sentenciado el asesor para darse ánimo, y para explicar involuntariamente cuán atado estaba el uno al otro. Pero al margen de ese pacto (nutrido de quién sabe qué secretos: la auténtica nacionalidad de Fujimori, sus vínculos con el narcotráfico o mutuos servicios ilegales), hubo entre los dos una tensión amparada en la necesidad. Fujimori necesitaba alguien que le resolviera los problemas, y Montesinos requería de alguien que le asegurara una importante tajada de poder sombrío. Y aunque en ese juego de poleas Fujimori era el jefe en el papel, fue el invisible Montesinos quien tomó desde un primer momento el mango de la sartén. Para lograrlo, el ex capitán del Ejército --entrenado en el dudoso arte de crear suspicacias-- explotó el natural recelo con que Fujimori se conducía hacia el mundo para someterlo a un régimen de miedo permanente. El 'Chino' pisó el palito y entró al ruedo. Primero por zonzo e incauto, después por los naturales apremios de la mafia y la corrupción. En 1990, cuando Fujimori ya era presidente electo, Montesinos lo convenció de ir a vivir una temporada al Círculo Militar ante el supuesto peligro de un eventual atentado. Allí, en ese reducto, Vladimiro podía vigilarlo. Poco después, luego de que un cohete Instalaza fuera lanzado a los jardines de Palacio, Montesinos se lo llevó al Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE). En 1992 Fujimori pasó una breve estadía en el Pentagonito, también a sugerencia de su consejero predilecto. Y en los años siguientes --entre el 94 y el 97--, el presidente, su madre y sus cuatro hijos se mudaron definitivamente al segundo piso del SIN. Ahí, le aseguraba Montesinos, estaría blindado ante las maniobras de sus enemigos políticos (su ex esposa Susana Higushi, entre ellos). Por último, días después de que el general Salinas Sedó fallara en su intento de dar un golpe de Estado, Fujimori corrió a la Embajada de Japón a guarecerse y recuperarse del susto. La idea, obvio, fue de Vladi. Podría decirse que si algo le enseñó Vladimiro en todos esos años fue a escabullirse, a escapar, a huir antes que se concretara el peligro inminente. El 13 de noviembre del 2000 Fujimori dio una inmejorable muestra de lo bien aprendida que tenía esa lección: se trepó a un avión y voló a Brunei. Luego fugaría a Japón. Una cita para mudosPara Luis Jochamowitz, el encuentro de mañana no se pinta muy prometedor que digamos. "Yo sospecho que Montesinos no va a hablar porque sería muy incriminador", advierte. Él recuerda que, desde que ambos están en prisión, no han revelado gran cosa respecto de su misteriosa relación y eso marcaría una pauta de lo que veremos. "Han convivido, se conocen detalles mínimos. Hay un pacto de no incriminación desde hace mucho tiempo y no veo por qué ese pacto se vaya a romper". Para el periodista Gustavo Gorriti, no se pueden hacer predicciones muy precisas respecto del comportamiento de los ex socios, pues bien podrían seguir siendo tan siameses como siempre o bien podrían aprovechar para darse sus correspondientes tiros de gracia. "Si se toman como precedente las declaraciones de algunos cómplices prominentes de la mafia, es de suponer que se van a cuidar las espaldas", intuye. Gorriti piensa que lo de mañana será algo así como la puesta en escena de una negociación llevada tras bambalinas. "Los dos tienen muchísimo que perder y solo algo que ganar si es que se encubren mutuamente". El sueño de muchos, de verlos haciéndose papilla ante un tribunal, es por ahora una quimera, Montesinos y Fujimori se deben antes una larga conversación a solas. Sería de muy mal gusto para dos crápulas de su calaña liquidarse así: un lunes cualquiera, ladrando sus miserias en televisión de señal abierta. (Escrito por: Renato Cisneros - Diario El Comercio)

0 comentarios: